Cosas que pasan... en Hong Kong

Tratándose
del primer día de paseo en la ciudad, y sin tener en verdad ningún tipo de
itinerario armado sino una flexible idea de las actividades a realizar durante esos días, decidimos
que nuestro primer paseo sea la visita mas típica y representativa de Hong
Kong: el Victoria's Peak.
Por
suerte, nuestro hotel quedaba a pocas cuadras del pintoresco tram del siglo 20
que te lleva en uno de los recorridos mas empinados del mundo hacia una de las
vistas mas increíbles de la ciudad. En pocos minutos aparecimos allí,
equipados con el abrigo que nos habían recomendado usar en el templado
invierno hongkonés, algún que otro mapa de la ciudad, HK dollars, cámaras de
fotos y mi celular con GPS.
Luego de haber pasado un
buen tiempo en la cima, habiendo satisfecho nuestra avidez de paisaje, fotos
panorámicas y vista de águila de la gran ciudad desde la mayor altura posible,
antes de emprender la bajada, concordamos en que el precio del minirecorrido en
tram para volver a la ciudad era ridículo (precio de turista,
obviamente) y que era mucho mejor -para conocer mas, quizás- bajar
por otro medio (colectivo o a pie)...
Siendo
la nerd-geek que soy, antes de aterrizar en HK ya me
había bajado la aplicación de Trip Advisor para Android que aconseja que
lugares visitar, itinerarios a pie, descuentos en restaurants, etc. La
genial aplicación recomendaba (como alternativa a bajar en tren), un trek
-caminata- poco exigente de 20 minutos con vistas de la ciudad
muy lindas desde la naturaleza. Mis lindos padres, cargados con la energía del
primer día, la fe de que mi aplicación no fallaría, la certeza de que los
carteles nos indicarían perfectamente por donde ir y mi insistencia de que no
seria mucha la exigencia física, se aventuraron camino abajo por la
montaña.
De
mas está aclarar que yo me sentía (y era!) totalmente responsable de llegáramos vivos
a destino, después de todo, había sido yo quien había insistido en bajar por
ese camino. Como la foto acá arriba bien lo ilustra, en el primer
tramo del recorrido ya se podía adivinar que el paseo podía llegar a
ser un poco mas impredecible de lo esperado.
En
nuestro primer descanso nos sentamos en unos cómodos banquitos a metros de los
cuales una pareja de señores mayores con su hija de 20 años compartían un té
mientras de vez en cuando pispeaban hacia nuestro lado y nos sonreían
amablemente. Gracias a la curiosidad de ellos (Hi, sorry, we were trying to
guess but we couldn't tell... where are you from?), el carácter muy sociable de mi señor padre y los oficios de traductora de la chica y yo (entre
los 4 adultos era puro lenguaje de gestos y señas), terminamos los 6
compartiendo una linda "charla" sobre la vida en Hong Kong, el qué
nos llevaba a nosotros a estar ahí y a ellos a estar pasando la mañana de un
día de semana en el parque tan relajadamente. Tanta fue la buena onda que
terminaron ofreciéndonos bajar con ellos a almorzar en el buffet de la
universidad de Hong Kong... invitación que rechazamos cordialmente
explicándoles que todavía no teníamos hambre, que íbamos a bajar por "el
camino de los 20 minutos", a lo cual su cara/respuesta fue de "están
seguros que quieren ir por ahí y no venir con nosotros por este otro
camino?", nuesra rta: si, gracias, gracias :)
Nos
separamos en la divergencia entre los dos caminos y seguimos.
Entre
animada charla (imagínense todo lo que teníamos para charlar después de un año
sin vernos!), distracción por el paisaje, la ausencia de carteles, y el hecho
de que el prolijo caminito asfaltado se había convertido en un impreciso
sendero de tierra y roca; a los 15 minutos de caminata todo se había vuelto un
poco difuso, mi "google map" me indicaba que estábamos literalmente
en el medio de una cosa verde donde no existía sendero alguno.
Mi
linda madre mirándome de reojito, encontrando difícil de ocultar su creciente
extenuasión física, mi papa bajando cada escalón agarrándose la cintura: “yo no
vine a Hong Kong a perderme en la montaña!” y yo que encontraba la situación
extremadamente tragicómica mientras trataba de volver al ambiente a: ‘charla
amena en la naturaleza’ y les repetía mi mantra preferido: “todo esta bien,
todo siempre esta bien tarde o temprano vamos a llegar, todo es parte
del viaje” y me reía un poco por dentro. Vale aclarar que no se trataba
de un trekking difícil -mi app tenia razón!-, sino que mis padres venían de un
largo periodo de sedentarismo y alguna que otra complicación de salud lo cual
hacia el camino mas ”desafiante”.
Durante
esos 15 minutos, solo nos habíamos cruzado con un corredor transpirado que nos
paso por al lado sin darnos tiempo de preguntarle nada y con una china de
sombrero que, ante nuestra pregunta por indicación, solo pudo sonreír y señalar
con el dedito camino abajo. Seguimos.
La fría mañana en la cima de la montaña se había convertido en un cálido
mediodía de sol vertical y molesto acarreo de abrigos. Seguíamos avanzando
camino abajo no por tener la certeza de que llegaríamos a algún lugar sino
solamente porque era mucho mas extenuante la perspectiva de volver 20 minutos
hacia arriba. Pasaron 10 minutos mas, diez minutos en donde ya nadie hablaba,
nadie sacaba fotos, nadie decía que lindo el paisaje, ni que divertido estar en
Hong Kong.
Hasta que, de pronto, aparecieron ellos. Ahí, en el medio de la nada, sentados
en un descanso con bancos y techo de madera. Ellos ahí, muy solos, disfrutando
de su hermosa y privilegiada vista a una especie de ladera tapizada de arboles,
rodeados de naturaleza, tranquilos, charlando entre si, tomando te verde de su
termito. Claramente no nos esperaban, nos miraron, sonrieron y nos invitaron a
sentarnos a recuperar aire.
La
tensión, obvia minutos antes de encontrarlos a ellos, se disolvió en el bosque;
y la angustia de no saber donde estábamos se convirtió en una relajada
predisposición a compartir una charla sin apuro, sin preocupación, sin tiempo
con nuestros nuevos y jubilados amigos: Kenneth y Allison.
Hablaban
perfecto ingles y supieron indicarnos, enseguida, que estábamos relativamente
cerca de la ciudad y que ellos nos podían acompañar hasta la salida. Nos
dijeron que, de todos modos, estaban por bajar a comer y que, si queríamos,
podíamos ir con ellos a la cantina de la Universidad (segunda vez en el día que
nos invitaban al mismo lugar!) así que decidimos que “por que no?” y los
seguimos.
Aparentemente
les caímos en gracia (y ellos a nosotros), nuestra historia de viaje y
reencuentro desde la lejana Argentina y Sri Lanka, nuestro primer día en Hong
Kong, primera vez de padres en Asia, las divertidas diferencias culturales, por
ejemplo a la hora de comer: ordenamos 5 platos, y en la cultura china todo se comparte,
todos comen un poco de cada cosa (habrán visto en los restaurantes
chinos/indios la bandeja rotatoria incorporada a la mesa), pero padre estaba
tan hambriento que se comió un plato él solo mientras Kenneth se reía, lo
miraba y le preguntaba: “Así comen en Argentina? Un plato entero cada
persona?”.
Como
decía, me imagino que les habremos resultado 3 personajes simpáticos, inusuales
y “novatos en Hong Kong” y, supongo que por haber sido ellos una pareja de
jubilados sin obligaciones de tiempo ni preocupaciones, es que se ofrecieron
alegremente luego del delicioso almuerzo (fue la comida mas rica y barata que
comimos en los 5 días en HK) a llevarnos a conocer el puerto de Stanley, en la
costa sur de la isla.
Ese
fue, en verdad, el comienzo de un día que terminó siendo uno de los recuerdos
mas lindos de toda la estadía en Hong Kong. Paseando en colectivo, caminando
por callecitas y ferias menos conocidas, aprendiendo de su cultura,
charlando sobre política, economía y calidad de vida en HK, sobre Argentina,
sobre el resto de China, sobre su vida, su rutina, disfrutando y compartiendo
también mas tarde -cuando el frío empezó a ponerse mas crudo- una cena
compuesta de noodles/dim sum junto con lección gratis de como comer con palitos
chinos.
El
enérgico jubilado HongKongnes, excelente persona, lleno de vitalidad, buen
humor y conocimiento de su ciudad, junto con su menudita y amable mujer
terminaron siendo, sin pensarlo, sin planearlo, sin siquiera
imaginarlo, los mejores guías (y amigos) que podríamos haber imaginado en
ese épico día de reencuentro en Hong Kong.
Fue un
día inolvidable gracias a nuestros amigos hongkoneses y a mis dos principales
compañeros de viaje; ellos quienes desde el comienzo estuvieron dispuestos a
animarse a bajar esa montaña sin saber muy bien a donde nos llevaría, a subirse
a colectivos sin saber si terminaríamos perdidos del otro lado de la isla, a
probar esa comida, a caminar esas calles conmigo. Una vez mas confirmo que no
podría tener mas suerte. Confirmo eso que todos los viajeros, los que amamos la
adictiva adrenalina que provoca lo desconocido, sabemos muy bien:
Los
mejores viajes no están hechos de paisajes, de arquitectura, de
fotos exóticas, ni de grandiosas aventuras . Los mejores
viajes están hechos de gente, de aprendizajes, experiencias y del poder
compartir y aprender de lo diferente. Están hechos de enriquecedores
encuentros con otras culturas, con gente de distinta edad, entorno y vida, con personas que simplemente por ser/actuar y pensar ligeramente distinto a
nosotros, desafían nuestras formas y nos obligan a repensar nuestro
mundo. Cuanto mas viajo, mas me convenzo de que no se
trata solamente del destino a donde uno viaje sino principal y
especialmente de con quien(es).
:)
tu "todo esta bien" es mi "no pasa nada" jajaa me siento identificada.
ResponderBorrarYas
Son muy buenas las guías de trip advisor aunque no tienen todas las ciudades. Otra que me gusta mucho es TouristEye, mejor diseñada me parece.
ResponderBorrarSos grosa
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